20:30 hasta las 21:45
Proyección LA CHICA DORMIDA (Rosemary Myers, Australia)

Proyección LA CHICA DORMIDA (Rosemary Myers, Australia)

1€
LA CHICA DORMIDA – Ciclo ‘Cine y Adolescencia’
Girl Asleep
Australia, 2015		77’
Dirección: Rosemary Myers
Guión: Matthew Whittet
Reparto: Bethany Whitmore, Harrison Feldman, Tilda Cobham-Hervey
Fotografía: Andrew Commis
Música: Harry Covill

Finales de los años 70. Y final de la infancia para Greta, una joven que no solo acaba de aterrizar en una nueva escuela, sino que está a punto de cumplir 15 años y decir adiós a la inocencia. Mientras su madre prepara una fiesta a la que invita a todos los amigos -y enemigos- de su hija, Greta se siente cada vez más acosada por todos.

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En Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Bruno Bettelheim descifraba las distintas versiones de la Bella Durmiente como lecturas simbólicas del estado de tránsito de la adolescencia: “Este ensimismamiento, que externamente puede confundirse con la pasividad (es decir, malgastar el tiempo durmiendo), se da cuando, dentro de la persona, se producen procesos internos de tal importancia que no restan energías suficientes para llevar acciones dirigidas hacia el exterior”. En La Chica Dormida, ópera prima de la australiana Rosemary Myers, se permite el acceso al agitado mundo interior de una cotidiana bella durmiente, una muchacha retraída que, en plena celebración de su decimoquinto aniversario, se queda roque, agobiada por las presiones de una fiesta que sus padres convocaron a la fuerza: tras sus ojos cerrados se despliega otro apasionante cuento de hadas que requerirá adentrarse en el corazón del bosque para lidiar con una Reina Helada (su propia madre) y un Hombre Abyecto (su propio padre) y, finalmente, quizá encontrarse a sí misma.

Si hay algo que derroche con generosidad una película en apariencia tan modesta como La Chica Dormida –escueto metraje, formato en 4:3- es encanto, estilo, energía e invención expresiva. Con sus composiciones frontales y esquemáticas y sus rótulos integrados en la diégesis, uno puede pensar, al comienzo, que está ante un ejercicio de estilo en torno a la estética de Wes Anderson. Más tarde, habrá recursos que remitan a los universos low-fi de Michel Gondry e incluso una enérgica traducción naïf de lo lynchiano, pero, probablemente, todo sean intoxicaciones cinéfilas del ojo que mira, porque, al final, lo de Rosemary Myers se revela mucho más personal que derivativo.

La chica dormida nació como montaje de la compañía Windmill Theatre de Adelaida (Australia), donde la ahora también cineasta ejerce de directora artística. El texto lo escribió Matthew Whittet, que en la película encarna al padre de la protagonista. Y ese origen escénico es la clave: la magia de la película emana directamente del manantial de soluciones de quien ha tenido que invocar universos imaginarios desde un escenario, seduciendo a sus espectadores en un pacto de gratificante ilusionismo visual. (Jordi Costa, El País)
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