NADIE SABE – Ciclo ‘Kore Eda, la Mirada Humanista’ Dare mo shiranai Japón 2004 141’ Dirección y Guión: Hirokazu Koreeda Fotografía: Yutaka Yamasaki Música: Gontiti Reparto: Yûya Yagira, Ayu Kitaura, Hiei Kimura, Momoko Shimizu Cuatro hermanos son abandonados por su madre en un pequeño apartamento de la ciudad de Tokyo. Todos tienen diferentes padres, debido a la dificultad de su madre de encontrar una pareja estable, y nunca han ido a la escuela. Condenados a ser invisibles, se verán obligados a organizar su pequeño mundo según unas reglas que les permitan sobrevivir. 2004: Cannes: Mejor Actor - Yûya Yagira. 2004: Festival de Valladolid - Seminci: Sección Oficial a concurso La cuarta película del director japonés Hirozaku Kore-eda narra de forma desoladora la historia de cuatro niños con edades comprendidas entre los doce y los cinco años que, tras mudarse a un pequeño apartamento, son abandonados a su suerte por su atolondrada madre, que se marcha con otro hombre a tratar de rehacer su vida y les deja bajo la tutela del hijo mayor de esta peculiar familia. El tratamiento de la historia nos hace testigos de ese proceso de inevitable deterioro de esa situación insostenible, que corre paralelo al suave crecimiento de la intensidad dramática que, de forma tan imperceptible como insoportable, crece según avanza el metraje. Pero lo magnífico de la película de Kore-eda es que consigue algo tan difícil en una obra protagonizada por niños como es no ceder ni un ápice al sentimentalismo por el que podría deslizarse. La férrea puesta en escena del director, basada siempre en planos fijos, desnudos, que reflejan la progresiva impotencia de Akira para sostener en alto la ilusión de los pequeños a su cargo mientras se van quedando sin recursos, pinta un desolador paisaje en el que, sin embargo, la intención no es tan sólo mostrar sin ambages ese drama, sino hacer una especie de canto a la tremenda capacidad de adaptación de la especie humana: lejos de desesperarse por su situación y temiendo siempre mucho más la posibilidad de que sean descubiertos por las autoridades y separados, Akira acepta estoicamente esa tremenda carga de responsabilidad sobre sus hombros y hace lo posible (y lo imposible) por sobrevivir en unas condiciones cada vez más extremas. La película no escatima medios para mostrar de una manera objetiva el desamparo de esa situación, pero tampoco desaprovecha sus oportunidades de enseñar la inocencia, la dulzura y la belleza que se le supone a la infancia: de hecho, el director utiliza sabiamente las pocas escenas de alegría de los niños para, dejando intacta la angustia del espectador, ofrecerle algún mínimo respiro, respiro que el espectador sabe fugaz por la propia situación y por la forma en la que el director va alcanzando suavemente su clímax dramático. Película realista en el mejor sentido del término, poseedora de un ritmo lento pero nunca cansino y una atmósfera envolvente que permiten que su duración sea tolerable para el espectador (David Garrido, LaButaca.Net, Crónicas de la 49ª Seminci, 2004)
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